a) Entendemos por evaluación el
último eslabón del proceso educativo, el momento en el que el alumno comprueba
lo que ha aprendido, los conceptos y contenidos que ha adquirido, para así
tener una referencia sobre su aprendizaje. Sin embargo, más allá del esfuerzo, el interés,
la motivación o la propia capacidad, factores que a nuestro juicio debería recoger un buen sistema de evaluación, el alumno tiene siempre unas EXPECTATIVAS,
ese "me salió bien el examen" o "no voy a aprobar ni de
coña", y creemos que en el caso de que se vean truncadas es fundamental analizar
constructivamente cada caso. Estas expectativas, sobre todo en la etapa adolescente, están íntimamente ligadas con el autoconcepto y la autoestima del alumno, de manera que pueden ser más o menos realistas, pero siempre cruciales por cómo condicionan la predisposición futura del adolescente de cara a sus capacidades. Detrás de muchos casos de fracaso escolar está ese autoconcepto negativo forjado a base de evaluaciones destructivas que sacaban a relucir las carencias en lugar de canalizar de un modo positivo las fortalezas del alumnado.
Dentro de los muchos tipos de evaluación que existen nos parece una idea
psicológicamente muy buena la de la EVALUACIÓN FORMADORA y la de EVALUACIÓN
DINÁMICA. En el primer caso es muy gráfico el tema de la calificación numérica,
como alumnos probablemente todos nos hemos sentido etiquetados algún día,
estigmatizados por una nota que no esperábamos, y el impacto psicológico era
tal que no nos predisponía a revisar nuestros errores, el “fracaso” quedaba como
eso, como un bache superado con más pena que gloria y del que queríamos olvidarnos
cuanto antes. La evaluación dinámica, a su vez, podría integrarse con la primera
en el sentido de que podría ayudar al alumno a autorregularse en su
aprendizaje, puesto que posibilitaría que esa reticencia natural a revisar el
aprendizaje se transforme en una buena actitud frente a los errores, una
actitud constructiva que nos aleje de la idea de sentencia irrevocable o “punto
pelota” que muchos alumnos asocian a las calificaciones numéricas.
Por último, creemos que la autoevaluación potencia la responsabilidad
del alumnado de cara a su aprendizaje, enseña a ser consecuente y a mirar su
evolución con honestidad, con madurez, sin recurrir al clásico victimismo de
frases tan socorridas como “me han suspendido” o “este profesor me tiene manía”.
La evaluación se convierte así no en un mero trámite, no en un rendir cuentas,
sino en una extensión del proceso formativo con una retroalimentación positiva.
b) Posibilidades del portafolio para los docentes
El portafolio puede servir además
a los profesores como medio de reflexión de la práctica docente, que a su vez
puede servir también para la evaluación de profesorado.
Algunas posibilidades que nos
ofrece la utilización de portafolios docentes son:
- El portafolio como complemento
para la asesoría y supervisión de profesores
- Como medio de evaluación
formativa
- Como estrategia de organización
administrativa
- Como complemento para mostrar
la recopilación de trabajos realizados
- Identificar las necesidades de
aprendizaje.
- Captar las experiencias de
aprendizaje
- Fomentar el aprendizaje
autodirigido
- Analizar las capacidades
individuales, a lo largo del tiempo.
- Valorar los progresos del
alumnado.
A pesar del gran entusiasmo y
amplia difusión que han despertado los portafolios como recurso innovador en la
evaluación y la formación del profesorado, debe realizarse un análisis de su
sentido y sus alcances, para evitar su empleo indiscriminado y poco crítico. Su
mayor potencial reside en promover la autoevaluación reflexiva de los
profesores y en la posibilidad de impulsar un cambio en la cultura de la
evaluación en las instituciones educativas. A su vez, el gran riesgo consiste
en la proliferación de una mirada exclusivamente técnica y sesgada, centrada en
los instrumentos de calificación, con poco fundamento teórico e investigación
empírica.